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CULTURA DEL PUEBLO MOTILON 95 el suelo, pasó veloz un gallinazo o zamuro y cortó la cuerda vegetal. Los indios que desde la tierra contem– plaron el suceso, se percataron de que quedaban aisla– dos en definitiva de su patria. A partir de entonces han estado vagando por el mundo y toda su ilusión y su mayor aspiración ha sido buscar la forma de ascen– der nuevamente al sit10 de donde imprudentemente ba– jaron y para ello encontrar el camino del cielo: "libou libouske", como dicen ellos. En este mito vemos encerrados varios elementos comunes a muchos pueblos de las más apartadas re– giones, a saber : la idea del paraíso o primitiva felici– dad; la caída o pecado, por exceso de curiosidad; el cas– tigo consiguien~e; el vivir errantes como en un destie– rro; el buscar el retorno a la verdadera patria, etc. Ele– mentos que no dudamos en atribuir a la primitiva reve– lación, hecha por Dios a la humanidad, si bien un poco desvirtuada por el curso del tiempo y por otras c1r– cunstancias que no son del caso enumerar. Posee este mito tal fondo de verdad y una belleza tan singular que no dudamos en calificarlo de excepcional e insu– perable en muchos aspectos. Carecen los motilones de sacerdotes o intermedia– rios ante los espíritus para que aplaquen sus iras o in– tercedan por ellos. Solo se ha visto en algunos bohíos, y es probable que lo tengan todos, una especie de cha– mán o brujo, de muy poca influencia en la comunídad y cuya misión se reduce a conjurar al espíritu del mal, cuando se ha apoderado de alguna persona por la enfer– medad o del bohío entero por algún contagio. En tales circunstancias sopla fuertemente sobre los enfermos, al tiempo que profiere misteriosas palabras y entona algunas canciones mágicas. Por lo demás, su vida en la actualidad es discreta y de hecho casi no se distingue de los demás. Antiguamente, sin embargo, tenía algo más de influencia, según se desprende del relato de Se– bastián Guillén, quien comprobó la existencia del mis-

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