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94 P. ANTONIO DE ALCACER Desaparecido el espíritu o soplo, el cuerpo no tie– ne valor alguno; es más, es algo despreciable bajo todos los aspectos; por eso se le arroja lejos, sin nin– guna compasión, y de él nadie se acordará en adelante. Se ha querido ver en el gallinazo o zamuro una especie de intermediario de los espíritus supremos, que haría posible al motilón la liberación definitiva del es– píritu, encadenado en el cuerpo. Al consumir dicha ave el cuerp9 descompuesto, realizaría la aspiración de to– do barí de llegar arriba, al lugar donde se hallaban en tiempos remotos. Esta teoría, sin embargo, no pasa de ser una simple conjetura. Frente a las misteriosas fuerzas supranaturales la actitud del motilón es de completa sumisión. El reco– noce que nada puede hacer en contra de las mismas ni nada puede detener su fatal energía. Su actitud, por tanto, es de temor ante tales poderes. No intentará destruirlos; si acaso puede, desviarlos; pero de ordi– nario se someterá pasivamente. Tanta es su convicción en dicha fatalidad que, cuando ve que el espíritu del mal se ha apoderado de alguna persona definitivamente, por enfermedad grave u otro accidente mortal la aban– dona a su suerte. Aunque no tienen los motilones ideas claras respec– to del más allá, conservan sin embargo un mito de sin– gular belleza, que hace pensar en el hecho de su eren– cía en la superviveq_cia de las almas, así como en el origen sobrenatural de las mismas. Es como sigue: Los barí vivían antes, hace mucho tiempo, arriba, allá en el cielo, en una especie de selva amena o paraí– so, no muy tupido, pero sí muy agradable. Mirando por entre el follaje hacia la tierra d~scubrieron que ésta también tenía ríos y bosques en los que fácilmente po– drían pescar y cazar. Entonces planearon descender. Hi– cieron un enorme y resistente bejuco y comenzaron a bajar uno tras otro. Cuando ya todos habían tocado
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