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88 P . ANTONIO DE ALCACER Los motilones casados carecen de inhibiciones a este respecto. Con toda naturalidad y libertad ejecutan los actos propios del instinto de reprodución, lo que viene a ser para los hijos algo tan connatural que, llegados a la pubertad, ni se extrañan ni se admiran. Es sin du– da por esta connaturalidad con el sexo por lo que no hay entre los motilones ritos de iniciación al llegar a 1a pubertad: no existe ninguna clase de impureza legal y no hay por qué aislar, por ej emplo, a 1a púber al apa– recer su primera menstruación. En algunas ocasiones se ve jugar a los niños a papá y mamá, sin que por ello sean reprendidos por los mayores. ENFERMEDADES Y MUERTE Dadas las condiciones desfavorables en que se ae– senvuelve la vida del motilón, no es de extrañar que la enfermedad se cebe con frecuencia en sus cuerpos. El barí es un ser desnutrido y por ende, débil, aunque aparentemente se vea robusto y saludable. Por lo gene– ral, carece de aquellas energías vitales que le permitan resistir fácilmente a cualquier contaminación o enferme– dad grave. De donde las muertes son frecuent~s y el promedio de vida es muy bajo: es raro el individuo que pasa de los 40 años. El mismo medio ambiente le es adverso al motilón: aguas pantanosas, en las que pululan toda clase de in– sectos y parásitos ; humedad constante; abundancia de fieras y animales ponzoñosos. El cuidado que el motilón tiene de su salud es casi nulo; al desconocer el origen de sus enfermedades, no se procura los remedios opor– tunos. Su higiene es asimismo muy escasa. No es de ex– trañar, pues, que en tales condiciones abunden las en– fermedades y las muertes y que, por otro lado, en lugar de crecer numéricamente, vayan disminuyendo paulati– namente. Es curioso anotar cómo al presente son los

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