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CULTURA DEL PUEBLO MOTILON 87 Pasados los dos o tres primeros años, en los que el niño está al cuidado de su madre, viene el padre a cum– plir también su misión, si se· trata de un varoncito. Gra– dualmente le va iniciando en los oficios propios del hom– bre, como son la caza y la pesca, así como en la elabo– ración de flechas y arcos. Por su parte, la mujer queda al cuidado de las niñas, a quienes enseña a hilar y te– jer, a cocinar y cuidar de sus hermanitos menores, así como, llegado el momento oportuno, le va preparando en el conocimiento de sus futuras obligaciones de espo– sa y madre. Ambos progenitores se esmeran en dar a sus hi jos, de conformidad con sus alcances, cuantas nor– mas están en vigor en su sociedad, a fin de que más tarde, con su obediencia a bs mismas, se hagan dignos del aprecio de los demás . Deben aprender a respetar a los mayores y a seguir sus conocimientos y experien– cias. Tal sumisión debe ser estricta, de lo contrario, el castigo, aun físico, vendrá a sancionar su insubordina– ción. Un fuerte estímulo en la educación del niño y espe– cialmente del joven es la alabanza y el aplauso de los mayores, así como el aprecio subsiguiente, para los que procedan bien, de acuerdo con las normas ideales dentro del grupo, o en caso contrario, el menosprecio o la burla . Pero no se vaya a creer que el niño se pasa el día, como quien dice, recibiendo lecciones de los mayo– res . La mayor parte del tiempo la dedica al juego, en especial a corretear de un lado a otro y a tirar al blan– co, con arcos y flechas pequeñas, confeccionadas por él mismo. Otro pasatiempo favorito de los niños es el co– rrer tras las mariposas y darles caza, a ser posible. Una secuela natural del género de vida que llevan los motilones en el bohío es la carencia de complicacio– nes en el para nosotros delicado probiema de la inicia– ción sexual. Poco a poco, primero por la observación indiferente y luego ~uiados por cierta curiosidad instin– tiva , van aprendiendo todo lo relacionado con el sexo.