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VI Sus labios ab re el Eterno cual la fl or ~us hojas abre, y cua l del fo ndo del cáliz brota el perfume a raudarles, a&í brotan de su boca armonías inefables. Ha escuchado vuestro oído los rü idos de la tarde, cuando el cielo está sereno y frescos est án los árboles; cuando gimer. los arroyos y cantan todas las aves, y las flores se cimbréan con las caricias del aire? Estas voces con su voz no merecen compararse! Baste decir que su ritmo es un ritmo incomparable, que si en el cielo resue11a quedan suspensos los ángeles, VII Sus lab ios abre el Eterno modulando estas palabras: «Una Niña va a nacer, que ante Mí ha encontrado gracia; fabricad, pues, cada cual una cun!t esta mañana, que la mejqr de las tres - 26 -

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