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quebráronse en los cálices, y esplendorosas germinaron dos fresca s y limpias rosas, cuyos olores perfumaron aquell os alrededores . Una de ellas, soberbia, de orgullo henchida, por verse tan herm•JSa , con tanta vida, irguiéndose en su tallo sobre las hojas, lucir quiso en el lago sus tintes rojas: y todo el día , mirándose en el líq tti do , se envanecía. Mas, ¡ay ! que las Hvejas , las mariposas, las ráfagas del viento tumúltüosas, destrozaron bien pronto tanta fortuna, marchitando las hoj as una por una: y desprendidas, cayéronse en el hgo, musti as, podridas . La otra rosa al contrario, modesta y pura, su be lleza ocultaba tras la espesu ra, cuando música dulce, jamás sonada, comenzó a prel udiarse en la enramada, y en una nube del reino de la gl oria bajó un querube . - 177