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Los malos coraionés, que no te qui eren , - sin dichas ni esperanzas viven y mueren . Pero los que censtanles con fe te adoran , tienen santos consuelos, aún cuando lloran. Y en sus horas de angustias y en sus dolores, siempre ante Ti se postran los pecadores . El náufrago, que mira la nave rota , cuando la mar revuelta con furia azot a; El que siente en su alma los vendaval es de las pasiones torpes y criminales; Y el que gua1 da en su pecho, tranquila y pura una ilusión, que ahuyenta la desventura: - 155 - 1 ¡-
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