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¡Ay del triste Cla\'ell Que na if ~ aléanza a redimir su pen;:i; pero al misero .resta una esperanza: ¡la cándida Azucena, ha r,ogado por él! ¡Oh.' vedla luegu 1 eun icsus gracias y. elevar se rnegol Era esta fl or pe bla nco al abastrino , pura corno el al iento de 1111 querube: su perfume divino, corno el inc ienso sube al regHiar al Duelio enamorado: ¡ere la flor 1~ás bella d~I cerca do! Y con granos de oro rutil an tes adorna .su albo se110; y del aura y la luz y el campo ameno se ostenta c1rnl riquí;i1110 tesoro, cuyos rdl~jos vivos al aurn , camp') y lll 7. ti ene·1c1utivos. · El DÚeño amante co:i afán la mira , y «¡Pide! exclama, ¡por tu amor suspirn! tuyo soy tJdo enterr, ». Y tfrnid3 , Rcertando a habl ar apenas, al punto dice : «¡Qu ero .. . una gota de sangre de tus venas! » «La verteré snbre el C 1 11 vel liviano: y el ca rmín soherann , sanando por en tero. su fino es,J1c1ite , ia c,_,! ,• r perdiú :1, la flor t~ debe r..í su ser prim e. ro y a la Azucena ... deberá la vida .1 - i 11 .-
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