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TAJ:..!L PASE'.'i[L\( l, TA'Lll:. PASFXll\t• - 31 - -Suben el último repecho de la quebrada. --CuicJa de que al punto reciban los caballo, bue- na rac10il. y estén descansados para dentro de dos horas. El sar¡:;cnto Chenchuen, que venga al ins– tante. ·--Está bien, Capitán. (Vase J. --Xo creo que Chcnchuén viÍelva de vacío. Es buen sabueso, y olfatea pronto la presa. Además ( con maliciosa sonrisa), está muy interesado en el éxito... L1sL:,1l,10 y CnE:,.:cncEN C'Ht,,cHt E:S. --A ia orde¡¡, mi Capitán. P.4.SEND·\iJ la 1JW110 ). Seas bienvenido, 1,:i fiel PASEXDAO– CHE"iCHD:N. PA~I·.~I),\í;. ¿ Qué tal la expedición? ¿ Quemaste la pólvora? -Fuí afortunado. Cinco soldados del Gobierno mor– dieron el polni del camino. ¡ Cinco espantajos me– nos! Los míos, sin nm·edad. D~ regreso, ahorra– mos tiempo, pasando sobr,e el río helado, sin re– montar hasta el vado del norte. -¿Resultado? -Algo ,e ha Cl,nseguido, aunque no todo. Aposta- dos r!ía y medio mis hombres en lugares cstraté– ¡:;icos. me interné solo, disfrazado, en la ciudad. Inquirí arteramente. Nadie sabía nada. Alguien me dijo que vió abrir dos cajas en el jar:lín de la casa del extranjero; mas solamente ropas e idolillos de barro contenían. Sin duda, el muy astuto quiere despistar al pueblo, y tan bien lo lia despistado, que nadie sabe dónde ocu'tó el !csoro... --¿ Y dices que has cunseg-uido algo? ( llll¡,ucie11te). Pues, ¿ r¡u~ f•ué ello? -.\1 merodear la casa dd Shenfu, vi salir ,·eloz– mentc a un muchacho. Acababa de hablar con el extranjero, y prnsé que pmlina sernos útil. Se– guí sus pasos con disimulo, y, ya fuera <le la ciudad, logré atraparle fácilmente. Reuní a mis hombres -era hora de regresar- y cabalgamos a la montaña. Cinco solilados que andaban de des– rnhierta quisieron cerramos el ¡,as;.;:- m.1, r¡ueda– rc,n !!'ndidos en el camin(l.

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