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CAP. VI.-CONVENTUALISMO Y OBSERVANCIA 93 te los amadeítas, coletanos, clarenos y descalzos o drailes del capucho,). Los amadeítas traían su nombre del noble portugués Amadeo Menezes de Silva ( t 14,32), religioso grandemente vene– rado por su virtud, que en 1457 inició en Lombardía una pujante reforma bajo la obediencia de los superiores de la Orden, refor– ma que alcanzó gran extensión en toda Italia, merced sobre todo al opoyo entusiasta de Sixto IV y de los ministros generales. Los coletanos fueron así llamados por haber tenido su origen en el celo reformador de Santa Coleta ( t 1447); como los anteriores, dependían del ministro general, a quien pertenecía el nombra– miento de los visitadores; se extendieron sobre todo en Borgoña y Aquitania. Los clarenos aparecen a mediados del siglo xv como descendientes ortodoxos de los antiguos secuaces de Angel Cla– reno, formando comunidades de vida eremítica bajo la obedien– cia de los obispos; Sixto IV, accediendo a sus deseos, los colocó bajo la autoridad del ministro general y les dió facultad para ele– girse un vicario general propio; la reincorporación oficial a la Orden se verificó en 14,33; pero a los tres años prefirieron vol– ver bajo la jurisdicción de los obispos. De los descalzos o gua– dalupenses se hablará más adelante. Julio IL con ocasión del capítulo generalísimo de 1506, ha– bía obligado a estas cuatro reformas menores a fusionarse con los observantes o con los conventuales, pero el decreto quedó incumplido por haberse interpuesto la mediación de los príncipes. Tampoco la bula de 1517 trajo la unión completa. Los amadeítas y los clarenos subsistieron hasta el pontificado de Sixto V; los coletanos se incorporaron en su mayoría a la Observancia, pero otros se hicieron más tarde recoletos. * * * Queda descrita la azarosa y quizá poco edificante evolución ·interna de la Orden en esta primera época. Pero es sólo uno de los lados de la Historia; nos queda ahora la cara más luminosa, la de la vitalidad y fecundidad en el cuerpo de la Iglesia.