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86 MANUAL DE HISTORIA FRA:\"CISCANA LA ÜRDEN FREi\'.TE AL PAPA JUAN XXII. Los años más peligrosos para la Orden franciscana fueron los trece en que se enfrentó corporativamente con el Vicario de Cristo. Las pasadas luchas con los enemigos externos habían creado un ambiente de aversión y envidia en los de fuera, y una acti– tud de orgullo provocativo en los frailes. Mientras los Papas estu– vieron de parte de éstos todo fué bien; pero Juan XXII, perso– nalísimo en toda su trayectoria y amigo de trabarse en discu– siones sutiles, no compartía la ideología de los menores. En la polémica con los espirituales no se discutió el funda– mento de la pobreza franciscana, sino la práctica; pero en 1321. habiendo sido condenada cierta proposición de un beguino sobre la pobreza de Cristo y de los apóstoles, la Orden se declaró a su favor. defendiendo que Cristo y los apóstoles nada poseyeron ni en particular ni en común. Era el fundamento de la legitimidad de la pobreza franciscana. El pontífice intervino en la cuestión declarando que era un absurdo la pobreza tal como la entendían los frailes menores y anunció que la Santa Sede no recibía como propias las cosas que ellos usaban; en consecuencia, prohibió instituir nuncios o síndicos en nombre de la Santa Sede. En 1223 Juan XXII declaró herética la opinión franciscana. La Orden, defendida por Bonagracia de Bérgamo y dirigida por Miguel de Cesena, comenzó a hacer oraciones para que el Papa cambiase de opinión y acabó por declararle hereje. El con– flicto se a,gravó cuando en 1324, Luis de Baviera, enemigo del Papa, tomó la Orden bajo su protección, En respuesta Juan XXII mandó a las Universidades que enseñasen públicc~mente la doc– trina promulgada por él. La Orden se puso en plan de rebeldía. Llamado a Avignon Miguel de Cesena, encaróse con el Papa; éste dió orden al capítulo general reunido en Barcelona en 1328 de elegir nuevo general, pero fué confirmado Miguel de Cesena, quien huyó al lado de Luis de Baviera con Bonagracia. El empe– rador hizo elegir entonces como antipapa al franciscano Pedro