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82 MA."WAL DE HISTORIA FRANCISCANA El general Raimundo Godefroy (1289-129.5), simpatizante de los rebeldes, los sacó de las cárceles y los envió a Armenia. Aquí trabajaron algún tiempo como misioneros, pero en 1293 regre– saron a Italia. Sus provincias se negaron a recibirlos; acudieron al Papa, que lo era el santo Celestino V. de quien fueron muy bien recibidos. Dióles la razón y les concedió separarse de la Orden y vivir en eremitorios, observando la Regla sin declaración alguna; asignóles además un cardenal protector propio. Ellos sa– ludaron en Celestino V al ((Papa angélico,> de las profecías joa-• quinitas y vieron en su determinación el comienzo de la era del Espíritu Santo en la Iglesia. Pero aqnel mismo año renunciaba Celestino V y le sucedía Bonifacio VIII; la suerte cambió por completo para los espirituales. Adivinando el peligro, un grupo de ellos huyó a Grecia; pero fueron excomulgados por el patriarca de Constantinopla, obliga– dos a volver a Italia y duramente castigados. El Papa excomulgó personalmente a Angel Clareno y exigió la dimisión del general Godefroy, que los protegía. Entonces todos los espiritualistas se unieron para propalar que la renuncia de Celestino V había sido nula y que Bonifacio VIII no era Papa. Gregorio IX y "-;'ico– lás III, que habían osado declarar la Regla franciscana, eran presentados como herejes y destructores de la pobreza. Miraban mal también a lnocencio III por haber condenado la doctrina del abad Joaquín. Ubertino de Casale habló públicamente contra el Papa. la Orden y la Iglesia, por lo que fué recluído en el con– vento de Alvernia. En 130.5 escribió allí su célebre Arbor vitae crucifixi lesu, en que vertió todo su ardor espiritual y toda la hiel de su corazón. Clemente V ( 130.5-1314,) mostróse condescendiente con los es– pirituales por reacción contra el pontificado de Bonifacio VIII; ellos cobraron ánimo y presentaron una serie de acusaciones con– tra la comunidad. El Papa convocó en su residencia de Vienne a los representantes de ambas partes para una discusión en regla. El acusador, en nombre de los espirituales, fué Ubertino de Casale, a quien contestó, en nombre de la comunidad, Bonagracia de Bérgamo. La disputa de Vienne duró cerca de tres años. Los
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