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MANUAL DE HISTORIA FRANCISCANA su De periculis novissimorum temporum (1255) negaba a los frai– les sobre todo el derecho a emplearse en el ministerio de las almas, porque, decía, en la Iglesia no hay más que dos categorías de per– sonas: la de los clérigos, prelados y párrocos, a quienes perte– nece la enseña.nza y la cura de almas, y la de los monjes y laicos, que deben abstenerse del estudio y vivir del trabajo de sus manos. Enseñaba, además, que la mendicación es contraria a la ¡:Íredica– ción evangélica. Apenas aparecida esta obra, fué refutada en París por San Buenaventura y luego por Santo Tomás de Aquino. En 1256 el Papa la condenaba y aprobaba solemnemente el ideal evangélico de los predicadores y menores. La victoria total de los mendican– tes en la Universidad coincidía con la elección de San Buenaven– tura para ministro general. La polémica literaria continuó viví– sima, como continuó también la oposición del clero secular; y en ella intervinieron los franciscanos más que los dominicos, ya que se trataba de poner a salvo la legitimidad de su ideal de pobreza. En su Quaestio de paupertate, con que el doctor seráfico res– pondía al De periculis de Saint-Amour, y otros opúsculos pos– teriores, establece sólidamente los siguientes puntos: l.º La po– breza es el más alto grado de la perfección evangélica. 2.º Predicar y enseñar el Evangelio a nadie corresponde mejor que a los que lo practican con mayor fidelidad. 3." La predicación es un derecho que los frailes tienen recibido del Papa. Y aquí esclarece magis– tralmente la cuestión del pastor propio ( proprius sacerdos): el pastor propio de todos los fieles es el Papa en primer lugar, des– pués el obispo para su diócesis, el párroco para su parroquia, y finalmente todo sacerdote a quien cualquiera de estos tres pasto– res delegue sus atribuciones. Ahora bien: los mendicantes han recibido del romano pontífice el derecho de predicar. Son los pes– cadores de la segunda harca, a quienes los de la primera llaman en su ayuda cuando la pesca es abundante. 4,. 0 Los frailes tienen derecho a vivir del Evangelio, es decir, a mendigar. El trabajo manual es impropio de personas que se dedican al ministerio de las almas.

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