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IL-·--LA TEllCERA ORDE:\ HEGLLAH J,,9 a las de varones, pero ya desde el siglo XIII las había indepen– dientes, bajo la dirección de los frailes menores. Pero se consi– dera como la fundadora de las terciarias claustrales a la beata Angelina de Corbara l.·¡· 14351, que en 139, estableció el primer monasterio en Foligno. Con autoridad de ministra general, reci– bida de Bonifacio IX y l\'.Iartín V, fué fundando hasta dieciséis nuevos monasterios. Cada uno de ellos podía elegir su propia mi– nistra, a la cual competía la recepción de las novicias y la admi– sión a la profesión. La ministra general era elegida por las mi– nistras locales y tenía poder para visitar todas las casas y para admitir a las hermanas pertenecientes a otras congregaciones si– milares. Así lo dispuso l\'.Iartín V en 1,1,28. Nada se determinaba sobre la clausura ni sobre los votos religiosos. :fuera del de obe– diencia. Ya en vida de la fundadora. las terciarias regulares de Italia se colocaron bajo la dependencia de los observantes. aun– que conservando su propia organización. Extendida de un modo sorprendente la nueva institución dentro y fuera de Italia, pare– ció mal aquel continuo viajar de la ministra general visitando las casas y de las ministras locales para asistir a los capítulos, por lo cual Pío II suprimió para siempre, en 14.6], el cargo de minis– tra general. Con ello la congregación perdió no sólo la unidad de régimen, sino aun su fisonomía propia y su uniformidad. Los observantes, en efecto, se propusieron acabar con la libertad de que gozaban las religiosas de andar fuera del convento, para lo cual obtuvie– ron de Sixto IV la facultad para desentenderse de aquellas comu– nidades que rehusaran observar la clausura rigurosa. La decisión pontificia fué acatada por un número de comunidades, pero otras se pasaron bajo la <lirección de las amadeítas o la jurisdicción ep¡:,;. copal. Entre tanto se avanzaba en las congregaciones de varones lu– cia la vida religiosa plena. En 14,12, el Papa de Pisa Juan XXIII. accediendo a una súplica de los ministros, había ordenado a todos los obispos que a los terciarios desobedientes que an<luvieran va– gando por el mundo los übli;raran a incorporarse a su congrega– ción respectiva. A.l año siguiente los terciarios de Flandes lograban
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