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II.-LA TERCERA ORDEN REGULAR Biúl.----B. 5ALV í, TOR: Exordio T,.rtii Ordinis Regularis. !Jornmc11ta et adnotationcs, en eAnal. T. Ore!.. Reg.)). I (1933), 18-19. 1 ¡ .. _¡g; 2 (193 P. 15 ¡._ 161,.-R. Luco:,;i, TOR: Comitia gcnera/ia Tertii Onlinis Regu/aris S. Fran– cisci eorumqne ar'ta selecta. Romac, 191L Il Terzo Orrline Regalare di S. Francesro. J\Iacerata, 1935. Como una condensación progresiva de la perfección seráfica contenida en la profesión del terciario secular íué apareciendo la Tercera Orden Regular. Llámase así por añadir a la Regla de los hermanos de penitencia el compromiso de los votos religiosos. Semejante transformación no se hizo de golpe. Comcnzóse por la adaptación de la Orden tercera a la 1;ida común. Era una exi– gencia de la metodización de las prácticas piadosas en locales es– peciales, de la organización estable de las obras de caridad y apos– tolado y de las ventajas que reportaba la ayuda mutua para las necesidades de la vida. Los miembros de estas primeras comuni– dades se comprometían solamente a obedecer a su ministro, a guardar celibato y a depositar en la caja común una parte de sus ingresos. En el extremo opuesto de las posibilidades santificadoras de la Regla de b Orden tercera está la vida eremítica. Desde los co– mienzos, buen número de ermitaños y mujeres reclusas se aco– gieron a la Orden de penitencia para dar cauce a sus ansias de soledad o de expiación. Muchos de ellos alcanzaron así el honor de los altares, como el beato Gerardo de Villamagna, el beato Vi– dal de S. Gemignano, la beata Julia de Certaldo y otros. Pero no fué esta tendencia la que dió origen a la vida regular de los terciarios, sino la atracción de la disciplina cenobítica.
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