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CAP. II.-FUNDACIÓN Y PRIMEROS PASOS mente el plan de vida evangélica, los envió a predicar de dos en dos. Los padecimientos que en esta excursión por Italia tuvieron que soportar fueron la primera gran prueba de los nuevos caba– lleros de la pobreza. San Francisco consolaba frecuentemente a los suyos durante esta penosa etapa inicial con la visión optimista del gran número de hombres de todas las naciones que se unirían a ellos andando el tiempo. APHOBACIÓ:\ DE LA ÜRDEN. Cuando fueron doce los penitentes de Rivo Torto, Francisco escribió la primera / arma vitae o Regla primitira. El mismo dirá en el Testamento,. y lo sabemos por otros testimonios, que esta Regla no contenía más que la letra del Evangelio aplicada a su programa de vida. No se nos ha conservado el texto de su redac– ción original. Ha habido modernamente muchos franciscanistas que se han esforzado por reconstruirlo íntegramente a base del Testamento y de algunos textos de Celano y otras fuentes, pero no convienen entre sí. Fntonc¡c,s pPnsó Francisco que na llegado el momento de obtP– ner la aprobación del Vicario de Cristo, y a Roma se dirigió la comunidad entera. Aquí se encontraron con Guido el obispo de Asís, quien los presentó al cardenal Juan de San Pablo. Este, anti– guo cisterciense, comenzó por recomendarles que ingresaran en algún monasterio o se retirasen a hacer vida eremítica. Francisco negóse con entereza y acabó por ganar al cardenal para su causa. El inesperado protector, a su vez, presentó ante Inocencio III a los pobres de Asís como la gran esperanza de la Iglesia. La opo– sición fué grande en la curia romana, pero al fin vencieron lo'l empeños de Juan de San Pablo, la clara visión de Inocencio III y el idealismo sobrenatural de San Francisco. La nueva Orden fué aprobada en abril de 1209 (según otros en 1210, con poca probabilidad). El cardenal de San Pablo confirió la tonsura a los doce, que era otorgarles los derechos de la inmunidad eclesiás– tica.
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