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~!A'\li.\L DE HISTORIA FHA:\'CISCA'\A des; de ella formó parte y fué ministro por espacio de seis años monseñor Giacomo della Chiesa. después Benedicto XV, así como monseñor Eugenio Pacelli, hoy Pío XII. Hermandades sacerduta• les de este género existen en gran número en Italia. Francia I don– de suman ha:,ta 27, con su revista propia), Bélgica y España Oa más reciente es la de Zaragoza, creada en 191,9\ Pero preciso es comprobar que la curva del apogeo numérico alcanzado en el decenio 1920-1930 inició un descenso rápido en el siguiente decenio y todavía no se ha detenido. ¿Causas? Quizá es la primera el mismo afán de hacer fácil el ideal de la vida ter• ciaría para empujar las estadísticas, convirtiendo muchas veces las hermandades en meras cofradías, sin programa de santidad secular ni de acción apostólica. Ya en varios Congresos de los que siguieron a b constitución de León XIII se reconoció sin am• bages que la Orden tercera no estaba, en general, en condiciones de responder a los designios del Papa. La segunda causa puede hallarse en el desvío de la atención de la primera Orden hacia otras formas de apostolado, de eficacia más inmediata, dejando postergado el cuidado de las agrupaciones terciarias alejadas de los conventos. La explicación más realista, sin embargo, creemos debe buscarse en la aparición de una nueva fuerza destinada a sustituir a la Orden tercera en la polarización del apostolado se• glar: la Acción Católica. De hecho coincide la máxima expansión de ésta con el máximo descenso de la Orden tercera. Y era muy natural que así sucediera desde el momento que el episcopado y el clero de todo el mundo habían de secundar los insistentes apre• mios de Pío XI en favor de la nueva institución, colocada, por lo demás, por el mismo Pontífice, bajo el patrocinio de San Fran• cisco de Asís. Tal sustitución no entraba en las intenciones del Papa ni provenía necesariamente de la confluencia de ambos mo– vimientos, ya que sus fines se hallan bien diferenciados; pero en-. inevitable. El fenómeno no pasó desapercibido a los superiores de las ra– mas franciscanas, quienes desde hace veinte años vienen estudian– diando el modo de revigorizar la Orden tercera, comunicándole una organización más perfecta y aunando los esfuerzos comunes.
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