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4,í2 MANUAL DE HISTORIA FRANCISCA:\'A mumon mensual; rezo diario de doce Padrenuestros, Avemaría '! Gloria, para los que no. rezan el oficio divino o el oficio parvo de la Virgen; obligación de hacer testamento a tiempo; examen diario de conciencia; asistencia, en lo posible, a la Misa diaria y a la asamblea mensual; cuota voluntaria para los gastos de la hermandad y la asistencia a los pobres; renovación de los cargos cada tres años; visita anual que deberán realizar por oficio reli– giosos de la primera o tercera Orden regular de San Francisco, designados por el guardián del que dependa la hermandad. Dado este paso transcendental, el Papa no perdió ocasión en los años siguientes de interesar a todo el episcopado católico en la propa– gación de la Orden tercera, bien sea en encíclicas, corno la de 188°1, contra la masonería y la de 1385 anunciando un juhileo ex– traordinario al mundo cristiano, bien por medio de exhortaciones y palabras de aliento. La jerarquía recogió dócilmente los anhe– los del Pontífice, el entusiasmo cundió en el pueblo cristiano y en poco tiempo los terciarios llegaron a sumar varios millones. Aun fuera de la Iglesia Católica se extendió el movimiento. Con distinta Regla, pero con el mismo nombre. la Orden tercera de San Francisco se propagó notablemente en la Iglesia anglic:.ma a fines del siglo XIX. El calvinista l\fonod, fundndor de una tercera Orden franciscana en Francia. terminahn su discurso en el Con– greso unionista de Estocolmo de 192í haciendo votos para que ,, un nuevo San Francisco suscitase en todas las pnrtes de la Cris– tiandad misioneros de la tercera Orden laica, encargados de pre– dicar el Evangelio moral, social y espiritual, único capaz de pre– servarnos del horrible espectáculo de otra catástrofe mundial. .. )) Había que dar la impresión de fuerza y de empuje universél– lista que encerraba la gran fraternidad franciscana extendida en todas las naciones, aunque no fuera más que para responder al ruido de la Internacional marxista del odio de clases, y se promo– vieron los grandes Congresos. En 1893, una peregrinación interna– cional llevaba a los pies del Papa a 4,.500 terciarios. Aquel mismo año, el insigne apóstol social y fervoroso terciario León Harmcl reunía un magno Congreso franciscano con las hermandades de Francia, Bélgica y Holanda, en Val de Bois; otros dos Congresos

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