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CAP. II!.~LA OHDE:\' TERCERA. MODA ARISTOCR,\.TICA ,J,65 para los artesanos que tenían que ocuparse en sus menesteres. Julio II, en vista de las múltiples reclamaciones, decidióse a csta– hlecer en 1508 como forma propia de háLito de los terciarios el escapulario. consistente en dos amplias tiras de lana que cubrían el pecho y la espalda y se sujetaban a la cintura por medio del cordón. Esta prenda podía ocultarse fácilmente bajo los vestidos exterio– res de cualquier hechura que fueran. Con el tiempo, especialmente a partir de una concesión dada por Clemente XI en 1704,, iría reduciéndose más y más hasta quedar convertido en los dos actua– les retazos pendientes de unas cintas, sin conexión práctica con el cordón. La seriedad de la profesión en la Orden de penitencia. toma– da como programa de santidad y de renunciamiento, cede lugar a una devoción más exterior, que d:1 en entusiasmo ostentoso en la" clases superiores y en alistamiento multitudinurio en el pueblo fiel. La Orden tercera en los siglos xn y XVII podrá presentar un catálugo brillante de ilustres personajes, pero pocos santos. La lista de éstos está integrada. primero por los grandes fundadores del siglo XVI, cuyo impulso hacia b santiducL a excepción lle San– ta Angcla ;\:Icrici ( i" 15"W.1. no sabernos hasta dónde reconoce ::-u origen en su enrolamiento en la Orden tercera: San Igm 1 cio de Loyolu, San Cayetano de Thiene, San Felipe Neri. San Cumilo de Lellis. San J os{~ de Calasanz. San Francisco de Sales. Santa J mma de Chantal..,; y después por la gran corona purpúrcu ele los dieci– siete santos y más de treinta beatos mártires japoneses que mez– claron su sangre con la de sus evangelizadores de la primera Orden. En é•stus sí que puede afirmarse que la espiritualidad francis– cana puso en su fe de neófitos el arrojo generoso y alegre, el ansia de inmolación ele cara al martirio, como coronamiento del amor a Cri:-lo. Lo mismo que en el Japón, en Filipinas y en la América cspaiíola los misioneros franciscanos organizaban, junto con las nuevas iglesias. las hermandades terciarias, y con tal profusión que para 1586 el número de terciarios de ultramar pasaba de cien mil. En el siglo XVII el movimiento de atracción hacia la milicia 30

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