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j\LL\TAL DE HISTORIA FHANCISCA'\A lidad eclesiástica de los terciarios y de su autonomía jurídica en su De/ensorium tertú Orclinis beati Francisci. Pero todo eso, el empuje expansivo y la importancia en medio de la sociedad cristiana, era de poca monta al lado de la prestan– cia espiritual de la Orden tercera. Su verdadera eficacia, la que lleva patente el sello divino, estaba en la santificación de sus miem– bros y en la elevación de la vida religiosa. La prueba más elocuen– te nos la ofrece la lista espléndida de los santos de todas las cla– ses sociales y de todas las profesiones· que ciñeron el cordón será– fico en aquellos tres primeros siglos. Hoy nombres de soberanos conio Santa Isabel de Hungría (·i· 123lí, San Fernando III de Castilla (·r 12521. San Luis IX de Francia ( t 1270 ), Santa Isabel de Portugal ( i· 1336), Santa J ua– na de Valois ("f 1505); de nobles, como San Elzeario de Sabran I_ t 13231 y su esposa la beata Delfina de Glandevc ( t 13601; San Conrado Confalonieri ( ·;· 1351) y su esposa Eufrosina, el beato Carlos de Blois í t 1.364.1, la beata Juana María de :\1aillé; de piadosos sacerdotes, como San Ivón de Bretaña ( tl3031, San Bar– tolo de San Geminiano 1,t 1300) y el mártir beato Jacobo de Villa l. t 1304,); de penitentes, como Santa Margarita de Cortona /t 1297); de labriegos y menestrales, como la prodigiosa niña Santa Rosa de Viterbo ( t 12511, el beato Pedro el Peinetero (t 1289) y el beato .Novelono de Faenza, zapatero (T 12801; funda– dores insignes, como Santa Brígida ( t 1373) y el beato Pedro Gam– bacorti de Pisa ( t 14.35); héroes de la caridad, como San Roque de Montpellier ( t 1327) y el beato Oddino Barotto ( ·r 14.00); ermi– taños, como los beatos Torello Puppiani I t 1282) y Guillermo Sci– cli ( t c. 14,04,); finalmente, hombres de la talla espiritual y apos– tólica del beato Raimundo Lulio ( + 1315). El teatro donde crecía esta santidad seráfica era la misma vida cristiana en sus múltiples manifestaciones y cristalizaba siempre en fecundas iniciativas de apostolado o de caridad. Al lado de cada hermandad no tardaba en alzarse un hospital u otra obra pía sos– tenida con las limosnas de los terciarios. Tales obras solían que– dar al cuidado de cierto número de hermanos que hacían particu– lar profesión de vida desprendida y recibían el nombre de beatos
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