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CAPITULO JI DIFUSION E INFLUENCIA EN LOS TRES PRIMEROS SIGLOS En nada se manifiesta la magnitud del movimiento franciscano en el siglo XIII como en la propagación e importancia alcanzada por la Orden tercera. Es la presencia de San Francisco, con su mensaje de amor y de paz, santificando la vida familiar en el tra– bajo y en los afanes de cada día, hermanando en un plano de igual– dad evangélica al rey y al vasallo, al noble y al plebeyo, al libre y al siervo de la gleba, como lo hiciera el cristianismo en la socie– dad grecorromana. No puede pensarse en reducirlo a cuadros esta– dísticos, por su misma amplitud y porque nunca adquirió la cohe– sión y uniformidad de una Orden religiosa; pero nadie puede po– ner en duda la realidad de su enorme penetración social. Los terciarios no aparecían simplemente como miembros de una hermandad laica, al estilo de las innumerables cofradías que bro– taron a partir del siglo XIII, sino como enrolados en una milicia universal, equiparada a cualquiera de los estados de perfección de la Iglesia, con privilegios y exenciones de tal. Lo que sobre todo colocaba a la Orden tercera en un plano de excepción y de eminencia social eran sus exenciones públicas, unas previstas en la Regla, otras acordadas por los Papas. Y primera– mente la del juramento de fidelidad al señor feudal o al podestá del municipio, privilegio de gran importancia en la estructura de

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