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446 l\IA;',it.:AL DE HISTORIA FRANCISCANA La flor de santidad más preclara de la rama de las capuchinas es la extática Santa V1erónica de Giuliani í. t lí2í). cuyo volumi– noso Diario. que ocupa diez volúmenes impresos. contiene la más detallada e ingenua relación de los estados místicos que existe en la hagiografía católica. Casi contemporánea es la beata María Magdalena Martinengo \ t 173í), prodigio de penitencia y de aus– teridad. Del mismo modo que los capuchinos, también las congrega– ciones reformadas de la Observancia se resistieron durante mucho tiempo a tomar a su cuidado los monasterios femeninos; más aún, los reformados de Italia trabajaron con la Santa Sede para que todos los monasterios pasaran bajo la jurisdicción de los obispos. De hecho, sin embargo, también ellos tuvieron que aceptar la dirección de las 111011 j as. Particularmente, los recoletos entraron tan de lleno por este camino. que las comunidades dependientes de ellos constituyeron agrupación especial bajo el nombre de recole– tas. Hubo asimismo monasterios de clarisas de la estrecha obser– vancia en el siglo XVII y descalzas de San Pedro ele A!cántara, la congregación más rígida que ha conocido la segunda Orden, fun– dada por el cardenal Francisco Barberini y aprobada por Clemen– te X en 16í6. Las comunidades de clarisas reformadas ofrecieron durante la expansión del protestantismo y las guerras de religión de Francia, que acabaron con gran número de monasterios. ejemplos conmo– vedores de constancia en la fe y de fidelidad a la virginidad pro– metida; lo propio sucedió en los días de la Revolución francesa.
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