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CAP. !!.-LAS REFOIBIAS 4A3 L-\S CO:'iEPC!O:'iISTAS Y LAS ANCXCIADAS. En España son pocas las noticias de la marcha de la reforma de las clarisas en el siglo xv. En cnmliio. es más conocida la his– toria de la rama de las concepcionistas. fundadas por la beata Bea– triz de Silva Í t 1,1,901, hernnna de aquel reformador portugués que dió su nombre a los cramadcítas>>. No fué institución franciscana en su origen. Doíía Beatriz fundó en 1-1,84, en Toledo un monaste– rio bajo la advocación de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, dándole la Regla cisterciense. Muerta la fundadora, el arzobispo Jiménez de Cisneros, con autorización pontificia, colocó el monasterio bajo la obediencia de los observantes y le impuso la Regla de Santa Clara. Sólo una parte de las monjas aceptó el cambio, y el arzobispo las trasladó al convento de San Francisco, que había pertenecido a los conventuales, donde se les juntaron nuevas vocaciones. En 1511 Julio II aprobó una Regla especial para las concepcionistas, calcada sobre la de Santa Clara, pero que admitía la propiedad en común. Quedaban bajo el régimen de los observantes y sometidas a la inspección del cardenal protector. En 1520 León X concedióles todos los privilegios de las clarisas, y Pl ministro general Quiñones redactó para ellas especiales estatutos, notables por el rigor con que se prohibí_a a las religiosas toda co– municación con los seglares, aun los parientes más próximos. Al anexionarse más tarde otros monasterios, entre ellos uno de París, tuvo que ser mitigada tan extremada disciplinn. Las concepcio– nistas se extendieron rápidamente por España y otros países; hoy cuentan con más de un centenar de monasterios. La gloria más insigne de esta rama de la segunda Orden es la venerable sor Ma– ría de Agreda + 1665), consejera de Felipe IV, que mantuvo con ella correspondencia íntima por espacio de veintidós años, oráculo espiritual de la sociedad española de su tiempo y conocida más que nada por su obra titulada Mística Ciudad de Dios. En nuestros días ha producido esta Orden un nuevo fruto de rara santidad en la Madre Angeles Sorazu, abadesa del monasterio de Valladolid (t 1921).
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