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J\IA"iUAL DE HISTOHLI. FHA"iCISCA"iA de la Sante Sede y a petición de los mismos monasterios reforma– dos. Quien con más calor tomó b renovación de la segunda Orden fué San Juan de Capistrano, redactando ordenaciones particula– res que_ por su excesiva severidad e inadaptabilidad. tuvieron que ser modificadas por Eugenio IV en Ul,í. El santo había querido en 1435 unir los monasterios coletinos de Francia, sujetos a los conventuales, con las casas reformadas de Italia, pero fracasó ante la actitud inflexible de Santa Coleta, y acabó por rendirse al ascen– diente de aquella mujer única, confirmándole, como visitador gene– ral de la Orden y nuncio apostólico, todos los privilegios concedi– dos a su reforma y el permiso de escoger por sí misma los visitado– res de sus monasterios. De esta forma, mientras la congregación coletina extendía am– pliamente el ejemplo de su austeridad y rigidez por Francia, Flan– des, Inglaterra y España laquí fué el primer monasterio el de Gan– día, en 14,62, que dió origen a otros diez, entre éstos el famoso de ·las Descalzas Reales de Madrid, padre a su vez de otros mu– chos), en Italia avanzaba la <cobservancia)) con éxito decisivo. En 1449 el cardenal protector nombraba al observante Francisco de Sassoferrato reformador de todas las clarisas italianas, dándole plenos poderes; las religiosas que no quisieran aceptar la reforma debían dejar el monasterio y acogerse a otro no reformado. No se trataba de mudar de Regla, sino de guardar fielmente la que cada casa tenía por propia. Con los monasterios reformados y con los que se fundaron de nuevo, las clarisas de la estrecha observan– cia prevalecieron por completo al terminar el siglo xv. En cambio, era triste el cuadro que ofrecían por aquellos años los refractarios a la reforma. La renovación de los ideales más puros trajo consigo una flo– ración de altas virtudes no inferior a la del siglo XIII, y las san– tas fueron numerosas. La más eminente fué Santa Catalina de Bo– lonia ( t 14,53), maestra de espíritus con la palabra y con la plu– ma; ilustres por su prosapia fueron las beatas Serafina Sforza (t l-1,í8), Ludovica de Sahoya (i- 1503) y Bautista Varani (·!· 1524,1, que supo hermanar la cultura humanista de mejor ley con la más auténtica pobreza franciscana.

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