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CAP. II.-LAS REFORMAS 441 vestidura de abadesa de la Orden de Santa Clara y de reforma– dora de las tres Ordenes de San Francisco. Aquella irresistible doncella de veinticinco años había recibido de Dios, con señales irrecusables, la misión de poner fin a los males de la Iglesia me– diante la renovación de las instituciones franciscanas, comenzan– do por los asilos de oración y renunciamiento que debían ser los monasterios de la segunda Orden. Apoyada en el favor divino y prevalida de la protección de los grandes de la tierra. reformadora andariega a lo Santa Teresa, Coleta dióse a recorrer todos los caminos de Francia, llevando a todas partes el fermento de la pureza evangélica y de la pobreza. Al morir en 1447 dejaba 22 monasterios reformados o fundados de nuevo sobre la Regla de Santa Clara, con las constituciones y ordenaciones que la misma reformadora dictó. Estas constitucio– nes coletanas fueron aprobadas en 1434, por el ministro general y confirmadas en 14,58 por Pío II. La acción de Santa Coleta no se limitó a la segunda Orden; fueron muchísimos los frailes que se pusieron dócilmente bajo su dirección, y ella, mediante su confe– sor, Enrique de Baume, hizo entrar en la órbita de su empuje re– novador a un amplio sector de reformados que de ella se llama– ron <(coletanos)). La santa los gobernaba con autoridad de vicaria recibida del ministro general de la obediencia aviñonense. En las constituciones de Santa Coleta los monasterios quedaban sujetos al régimen de los frailes menores; cuatro de ellos, dos sacerdotes y dos legos, debían estar a disposición de cada monasterio. En Italia la reforma se produjo de arriba abajo. por inicia– tiva de la Santa Sede y por obra de los observantes. En 14.31 Euge– nio IV concedió al general Guillermo de Casale facultades extraor– dinarias para restablecer la disciplina regular entre las clarisas. No fué fácil la empresa; en el mediodía de Francia se hizo necesa– rio el recurso al brazo secular para doblegar la obstinación de las monjas. El mismo Papa impuso a todos los monasterios unifor– marse bajo la única denominación de ((Orden de Santa Clara)), aun manteniendo cada cual la Regla profesada. Los observantes rehuían en un principio la asistencia a las monjas, pero con el tiempo hubieron de aceptarla por mandato

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