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CAP. !.--ORIGEN Y FINALIDAD DE LA SEGUNDA ORDEN 437 de Santa Clara y la de la Regla de Urbano IV (clarisas ((urbanis– tas)) o de la ((segunda Regla))). El problema de la asistencia espiritual continuaba sin resol– verse y daba lugar a serios conflictos. EXPANSIÓN DE LA SEGUNDA ÜRDEN. En medio de esta aparente confusión, la segunda Orden se abría paso de un modo prodigioso. Ya en 1228 se contaban en Italia 23 monasterios. A la muerte de Santa Clara ( 1253), una estadística muy incompleta enumeraba 4,7 monasterios en Italia, nueve en España, cuatro en Francia y cinco en Alemania. Después de Italia, la primera en recibir a las Damas Pobres fué España: Pamplona, en 1228; Zamora, en 1229; Burgos y Zaragoza, en 1234,; Barcelona, antes de 1239; Salamanca, en 1244. El ideal franciscano, que enrolaba por miles y miles a los hombres generosos, no podía por menos de atraer también irre– sistiblemente el corazón de la mujer en el siglo XIII. Por regla general, las vocaciones procedían de la aristocracia o, por lo me– nos, de la clase pudiente; esto se explica a partir de Urbano IV, cuando comenzaron a escasear las limosnas y se hizo necesario introducir la dote como requisito indispensable. Hasta en el mo– nasterio de San Damián hubieron de dar este paso, no recibiendo sino a las que podían presentar su aportación adecuada. Aquel primer siglo dió flores de santidad en gran número. Además de Santa Clara, de su hermana Santa Inés (t 1253) y de las dos beatas ya mencionadas, Inés de Bohemia ( t 1280) e Isa– bel de Francia ( t 1270), han recibido el honor de los altares las bea– tas Felipa Mareri (t 1236), Helena Henselmina de Padua (t 124,2), Salomé de Cracovia ( ·r 1268), Margarita Colonna ( ·¡· 1284,), Cune– gunda de Hungría ( t 1292), Yolanda de Hungría ( t 1298) y Mat– tia Nazzarei ( t c. 1320). Todas ellas de sangre real o al menos noble. No faltó la aureola del martirio a las hijas de Santa Clara. En 1289, al caer Trípoli en poder del sultán de Egipto, fueron

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