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CAP. I.-0RIGEN Y FINALIDAD DE LA SEGUNDA ORDEN 4,35 Inocencio IV se engañó al pensar que su Regla ibn a resta– blecer la uniformidad en todos los monasterios; en realidad, su aplicación halló grandes dificultades. Los superiores de la primera Orden encontraban demasiado pesado el cometido de dirigir a las monjas; tuvo que intervenir el cardenal protector Rainaldi, quien poco a poco fué tomando sobre sí todas las atribuciones, y, por fin, en 1250 dirigía una carta al capítulo general de Génova pro– hibiendo a los frailes ingerirse en el gobierno de la segunda Orden y adjudicándose a sí mismo la dirección omnímoda de los mo– nasterios. En menos de tres años caía por tierra la Regla de lnocencio IV. 5. LA REGLA DE SANTA CLARA (1252).-La santa fundadora debió de reanimarse al presenciar este fracaso, y ya que el Papa había sustituido la Regla de San Benito por la de San Francisco, ya que además había querido aplicar a la segunda Orden las cons– tituciones de la primera, ya que finalmente había estrechado tanto la unión entre las dos familias, ¿por qué no dar un paso más, señalando a sus hijas, con las modificaciones necesarias, la misma Regla de los frailes? Redactó, pues, por su cuenta una Regla que aseguraba a San Damián la dirección espiritual de los frailes y la práctica de la altísima pobreza. Era una mera adaptación del texto de la Regla franciscana para las religiosas. El capítulo central es el VI, que en lenguaje conmovedor recuerda el ideal de los primeros días, las promesas de San Francisco y la voluntad última de éste. El 16 de septiembre de 1252 obtenía la santa del cardenal protector, desde su lecho de muerte, la aprobación del Privilegium pauperta– tis, afirmado valientemente en los capítulos VI y VII de su Re– gla, y ~l 9 de agosto de 1253 aparecía la bula pontificia que apro– baba solemnemente la misma Regla. Santa Clara besó regocijada el documento apostólico; dos días después dejaba de existir. Esta tercera Regla atañía solamente al monasterio de San Da– mián y para él solo fué aprobada. En el siglo XIII la adoptaron algunos pocos más, en el XV la pondrá en vigor Santa Coleta.

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