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4,26 MA:\l!AL DE HISTOIUA FllA'\'CISCA'\'A Esta serie de artistas, que JJOdría prolongarse con otros mu– chos nombres, adquiere su verdadero valor si se tiene en cuenta que las iglesias y los conventos capuchinos nunca han ofrecido cam– po para un amplio desarrollo artístico; por otra parte, una orde– nación general de 1627 prohibía a los religiosos prodigar sus habi– lidades en favor de los seglares. Esto vale aún más tratándose del cultivo de la música, modernamente muy bien representada.

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