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CAP. XII.-ACTIVIDAD CIENTÍFICA Y ARTÍSTICA 4,17 intelectual provocada por el iluminismo, parte por las imposicio– nes ele los poderes civiles y finalmente por la misma exigencia interna de la Orden y las orientaciones de la Santa Sede, hubo serios esfuerzos por una amplia reorganización de los estudios y por un encauzamiento más positivo ele los mismos. Entre los que más trabajaron por esta reforma se cuentan Francisco de Villal– pando ( t 1797) en España, Viator ele Coccaglio y Adeodato Turchi de Parma en Italia. Las provincias del Imperio se vieron obliga– das bajo José II a enviar sus jóvenes a los seminarios generales y a las universidades, suprimida la enseñanza privada; lo propio sucedió después en la provincia de Colonia. De esta época data la introducción de la Sagrada Escritura, Derecho Canónico, Historia Eclesiástica y ciencias exactas como asignaturas aparte. Las vicisitudes por que atravesaron después las provincias acabaron con las intromisiones abusivas, pero también dejaron sin efecto los planes de reforma y, al interrumpir la vicia regular, hi– cieron posible en casi todas partes la debida formación de los jóvenes estudian tes. Se comprende, pues, que la primera preocupación del capítulo general de 184,7 fuera la organización de las casas de formación. Pero escaseaban los lectores idóneos, por lo que se recurrió al sistema ele estudios generales. Para acabar además con el antiguo método, inepto a todas luces, de cursar con un mismo profesor toda la carrera, el mismo capítulo ordenó se tuvieran tantos como materias. Los seminarios será/icos, cuyo iniciadür fué el P. Egidio de Cortona en la provincia de Toscana el año 18í0 y luego, siendo general, en toda la Orden, venían a remediar la escasez de voca– ciones de adultos. Como en los demás aspectos, también, y principalmente en lo que hace a los estudios, el capítulo de 1884, señala el comienzo de una nueva edad; las ordenaciones en él promulgadas. y luego aplicadas en un comentario oficial, constituyen ya una verdadera ratio stucliorum. Del cumplimiento cuidaría con desvelo el P. Ber– nardo de Andermatt en su largo generalato. Promovió y reglamen– tó los seminarios seráficos, que logró ver establecidos en todas las 27

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