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CAP. XII.-ACTIVIDAD CIENTÍFICA Y ARTÍSTICA 4,13 sencillos a su excesiva afición a los libros. venía a darles la razón. Durante muchos años no se pudo pensar en la creación de casas de estudio; pero los estudios se cultivaron con carácter privado. Los jóvenes de alguna cultura fundamental reuníanse en torno a los numerosos religiosos doctos y buenos teólogos, y a su lado 3e iban formando. De esos maestros privados fueron hombres tan eminentes como Bernardino de Asti. Francisco de Jesi. Jerúninrn de Montefiori y Bernardino de l\Ionte dell"Olmo. Este había sido conventual y teólogo de gran fama; sin embargo su actitud res– pecto de la ciencia se diforenciaba poco de la de Titelm:ms; solía decir: c,Si algún día veis que se establecen en nuestra Orden estu– dios regulares, ya la podéis dar por perdida.n Pero vino el Concilio de Trento y para acomodarse a sus cá– nones los capuchinos se vieron obligados a organizar sus estudios. un decreto del capítulo general de l.Sfr1, man<lalrn que en cada provincia se establecieran ((estudios teológicos)) y otro del de 156, erigía en Roma el primer estudio general regido por el insigne Jerónimo de Pistoya, que ya había sido lector en Nápoles. Pronto aparecieron numerosos centros oficiales en varios conventos ma– yores. a los que concurrían estudiantes de varias provincias. En cada provincia habían de nombrarse dos o más lectores. Las cons– tituciones de l.S,.S recogieron todas estas decisiones, con las debi– das cautelas para que el estudio no pusiese en peligro el espíritu interior. El capítulo de 1613 fijó la duración de los estudios: tres años ele filosofía y cuatro de teología. Se estudiaban además la lengua hebrea, griega y latina para la perfecta inteligencia de la Sagrada Escritura. En 1618 se decretó la explicación de casos mo– rales en los principales conventos de cada provincia. La primera generación capuchina sólo consideraba como ob– jeto del estudio la Sagrada Escritura, y tenía por ajenas a los fines de la Orden, no sólo las ciencias profanas, sino aun la filo– sofía y teología escolásticas. Aun después de hs constituciones de 15í.S no cesó la prevención contra ellas. El capuchino debía estu– diar únicamente para hacerse mejor y para hacer mejores a los demás; por eso no encajaba en su programa la mera especulación científica.

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