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ML"ilIAL DE HISTOHIA FHA:\CISCA:.\' <\ ral de Italia. Y más allá de los Alpes se abren paso las nueva,; nacionalidades con aspiraciones opuestas a la unidad de la ((civitas christiana )) . Signo de la aparición de un pueblo nuevn con una civili– zación nueva es la transformación de la lengua: el latín cede su puesto al romance. Entre el feudalismo y el común, entre el ocaso del imperio unitario, que no logra subsistir ni aun romanizándose con lo-s Hohenstaufen, v el alborear de las naciones, entre la lengua sabi:i y la vulgar, a1;arece San Francisco, con t~das las virt~des acti– vas y constructivas del burgués hijo del pueblo, con tod.os lo~ sueños caballerescos y las ansias de renunciamiento de la edad 11ue declina. Enlaza dos edades y acopla todos los contrastes CÍ(• aquel siglo de transición. AMBIE:'iTE RELIGIOSO.-El común, al mismo tiempo que se sus– traía a la jerarquía feudal, sustraíase también al influjo benéfico de la que hasta entonces había sido la fuerza mayor de la Igle– sia: el monaquismo. En la época de las invasiones y en los siguientes siglos feudales la abadía había sido centro insustituíble de evangelización, de civilización y de cultura. Pero ahora su influjo no puede llegar a los ciudadanos que trabajan y sufren en el municipio. La abadía es tan inaccesible para este pueblo como el castillo roquero. En vez de los monjes se acercan al pueblo los herejes-cátaros. patarenos, valdenses-con sus principios de pretendido retorno al Evangelio, de pobreza, de comunidad de bienes, de rebelión contra la Iglesia oficial. Como sus ideales responden al ansia universal de una Iglesia más pura, más desligada de preocupa– ciones temporales y, sobre todo, más próxima y maternal, el éxito será seguro, tanto más si se desatan contra las costumbres del clero, cuya reforma se estaba siempre emprendiendo sin realizarse nunca, y si además se presentan con aparente austeridad y des– interés, y adoptan el uso del romance mientras en las iglesias se sigue usando el latín. Las profecías de Joaquín de Fiore vinieron a comunicar mayor vuelo a estos movimientos. Se necesitaba, pues, un hombre y una institución que, reco-

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