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386 l\IANCAL DE HISTOIUA FHA;\/CISCA:\A nales. De hecho, en la segunda mitad del si'glo X\ II eran muchísi– mos los confesores de personas reales y de cardenales. En el capítulo de lí26, que <lió a la Orden el primer general ultramontano, se alabó por primera vez el ministerio del confeso– nario y se expresó el deseo de promoverlo positivamente. En lí35, el Papa Clemente XII autorizaba definitivamente al ministro ge– neral con su definitorio, aun fuera de capítulo, para otorgar fa– cultades libremente. Benedicto XIV concedió en lí55 el mismo poder al ministro general en el curso de la visita canónica a las provincias. Con todo, había muchas provincias, sobre todo en Italia cen– tral y meridional, que permanecían totalmente fieles a lo dispues– to en las constituciones y aun obtenían de la Santa Sede la exen– ción del general en este particular, alegando el peligro que corría la observancia regular con el ministerio del confesonario. Por el contrario, las provincias ultramontanas entraron de lleno en esta forma de apostolado; sólo en la provincia de Alsacia las confe– siones oídas por los capuchinos de lí 4,0 a 1 í 4,7 sumaban más de veinticuatro millones. La misma suspicacia con que siempre se miró este ministerio hizo que se observara el máximo rigor en las cualidades requeri– das en los que habían de ejercerlo, cualidades repetidameÍlle in– culcadas en las ordenaciones generales. Habían de ser de edad madura, de doce años al menos de profesión, prudentes, experi– mentados, de costumbres intachables y bien formados intelectual– mente; no debían permanecer más de tres años en el mismo con– vento. Las provincias en que se ejercía normalmente la hbor de confesonario habían de tener bien organizados los cursos de mo– ral, cuyo estudio debía continuarse aun después de terminada la carrera eclesiástica. Con este fin estaba mandado desde lí33 que dos veces al mes se tuviera en todos los conventos la solución de casos y que todos los días se leyera en la mesa una solución moral. De acontecimiento trascendental podemos calificar la instala– ción de confesonarios en el convento generalicio el año 1783. En el siglo XIX el ministerio de la penitencia se va haciendo progre– sivamente más normal, aunque siempre con ciertas salvedades y
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