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CAP. X.-APOSTOLADO ENTRE LOS FIELES 381 que se emplearon en asistir a los apestados; Manzoni inmortalizó en su novela el heroísmo de los capuchinos de Milán en esta ocasión. Además de este apostolado extraordinario de caridad existfo. el ordinario de la asistencia a la cabecera de los enfermos y de los hospitales. Desde mediados del siglo XVII buen número de hos– pitales públicos de Italia fueron confiándose al cuidado de los ca– puchinos. y lo han sido en mayor cantidad en la época moderna; en 1889 eran 82 los que les estaban encomendados; en muchos casos toda la comunidad conventual estaba dedicada a la asistencia del hospital. Este mismo espíritu de caridad les llevaba a erigir cofradías de socorro a enfermos y moribundos, a publicar libros pastora– les de esta especialidad, muy numerosos. y a introducirse en las cárceles y lugares de ejecución para disponer el alma de los con– denados a muerte; aun sobre este ramo de la pastoral escribieron tratados interesantes Carlos de Cremona ( -r 1700), Antonio de Albogasio ( i" 1721) y Francisco Antonio de Callarate ( i" 1730). El P. José Román de St. Claude ( ·r 1805) fué un verdadero apóstol de las cárceles de París en la segunda mitad del siglo XVIII y pre– sentó en 1790 a la Asamblea Nacional un proyecto para la rege– neración moral de los delincuentes. En Francia hiciéronse beneméritos los capuchinos por los ser– vicios prestados como bomberos en casos de incendios, oficio que tradicionalmente venían desempefümdo en París los religiosos men– dicantes. Merecieron un cálido elogio de L!.!is XV. Gemela de la peste ha sido siempre en Ia historia de Europa otra gran calamidad pública, la guerra. y ésta también ha dado ocasión a los capuchinos de ejercitar la caridad con los cuerpos y las almas. La Santa Sede echó mano de ellos en diferentes oca– siones para capellanes militares; la gesta más brillante ele la Orden capuchina en este ministerio íué la batalla de Lepanto en 1571, en la que participaron por ,-oluntad de San Pío V hasta treinta, a las órdenes de Jerónimo de Pistoya. Desde esta fecha los capu– chinos fueron capellanes ordinarios de la flota pontificia. En nú– mero todavía mayor fueron enviados los capellanes capuchinos por

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