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?IHNU-\L ni.; IIJSTOIUA FRANCISCANA sobre los estudios aparecida en líüO: ,, nuestro siglo---decía~. que ha alcanzado el máximo progreso en las artes y en las ciencias. aspira a su_perarse tamhih1 en el hien decir: mayor sencillez y seleccjún en el estilo; lenguaje expresivo sin afectación: figuras naturales. vivas y sugestivas; ausencia casi absoluta de tropos; novedad. lucidez y eficacia en las ideas; hábil combinación de lo sublime con lo natural. .. ; solidez en los fundamentos dogmáti– cos; nada que produzca hastío o risa. Nuestro público no sufre se lleven al púlpito novedades extravagantes, galas de erudición, gracias e ingeniosidades ... De aquí la _precisión de una esmerada formación en el orador sagrado)). Tal fué en aquellos años la oratoria del beato Diego en España. Paralelamente a la preceptiva desarrollóse una amplia lahor subsidiaria destinada a proporcionar a los predicadores el mate– rial necesario. Con este fin se elaboraron índices escriturísticos. teológicos y científicos. como los de Buenaventura de Langres y Juvenal de Nonsherg; se compilaron voluminosas enciclopedias de predicación, algunas de las cuales son de fama universal y siguen utilizándose en nuestros tiempos: Diges/um sapientiae, de Ivón ele París; Cornucopia concionatorum, de Florencio de Hanswyck; Moralis ency-clopaedia. de Marcelino de Pise; Auri– fodina unii-ersalis, de Roberto de Camhrai, obra ésta de enorme aceptación, que todavía en la segunda mitad del siglo XIX tuvo sie– te ediciones; Prato fiorito di vari essempi, de Valerio de Vene– cia. y otras de menor importancia, a las que habría que añadir la inacabable lista de sermonarios impresos. A esta renovación de las preceptiva y al esmero puesto en la formación de los predicadores se debe el que al final del si– glo XVIII, no obstante la decadencia de la Orden, asistamos a un auténtico florecimiento. sobre todo en lo que se refiere a las mi– siones populares; a este éxito contribuyó principalmente la ins– titución ele los colegios de misioneros o misionistas. Como predicación de excepcional categoría se consideraba. en efecto, la de las misiones populares; a los destinados para esta forma de apostolado exigíase preparación más completa; cada provincia designaba un número mayor o menor, con ocasión del
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