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370 ;\TANUAL DE HISTOHIA FRANCISCANA sobresalen Víctor de Tréveris ( ·¡· 1669). Juan Crisóstomo de Oher– büren (t 1634,l y Juvenal de Nonsberg (i- 17U). decidido hona– venturiano; pero el que mayores éxitos logró fué el autor de la Explicación de la Santa Misa, Martín de Cochem ( t 17121, cuyas obras, dirigidas a fomentar la piedad cristiana, gozan todavía hoy de gran aceptación. El cuadro cronológico y geográfico en que se desenvolvió la literatura espiritual de los capuchinos nos lleva sin más a pre– guntarnos cuál fué la actitud de la Orden ante el quietismo en sus diversas etapas y ante el jansenismo. Las enseñanzas de Benito de Canfield sobre la voluntad de Dios, en los años del ,,precruie– tismon francés. ofrecían ya un peligro manifiesto si eran mal in– terpretadas. De hecho en 1629 eran expulsados de la Orden Lo– renzo de Troyes y Rodolfo de París como contaminados de las ideas de los alumbrados; la actitud enérgica de José du Tremblay y la refutación hecha por Constantino de Barhen~on y Arcángel de París acabaron con aquel brote peligroso en el seno mismo de la Orden. Pero al propagarse medio siglo después el sistema quie– tista de Molinos, otra vez recayó la sospecha sobre los seguidores del maestro de la escuela capuchina. Un decreto del Santo Oficio de 29 de noviembre de 1639, el año de la condenación de Moli– nos, ponía en el Indice a varios capuchinos con Benito de Can– field, como ya se ha dicho, lo cual en manera alguna permite suponer un contagio verdadero en sector alguno de la Orden; buen número de eminentes escritores se declararon adversarios acérrimos de las desviaciones místicas; Francisco María de Jesi (t 1711) fué nombrado por el obispo de Jesi inquisidor para extir– par los errores de Molinos en su diócesis; en España le refutaron con la pluma Martín de Torrecilla. Félix de Alamín y Antonio de Fuentelapeña; en Francia hizo lo propio Nicolás de Dijon y más tarde en Italia Casimiro de Marsala í t 1762 ). Al jansenismo hicieron frente en todo tiempo los capuchinos con la propagación de la comunión frecuente ante todo. Las cons– tituciones de 1643 exhortaban a los religiosos a comulgar diaria– mente; los predicadores promovían el apostolado eucarístico por medio de múltiples instituciones y de escritos apologéticos o pas-

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