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364. MANUAL DE HISTORIA FRANCISCANA mente en la Iglesia, tuvo numerosos propagadores entre los capu• chinos; baste citar los nombres de Lorenzo de París ( + 1631) Tomás de Bérgamo ( t 1631), José du Tremblay ( t 1638), Agus– tín de Zamora, Francisco de Montereale y Dionisio de Luxembur– go (tl712). Juntamente con el amor a la Humanidad de Cristo cultivm:on y propagaron los capuchinos el amor a la Virgen María. Y ante todo, a fuer de franciscanos, mostraron su entusiasmo por el pri– vilegio de la Inmaculada Concepción; entre los defensores de esta doctrina se distinguió el P. Salvador de Sambuca / t 1726) con una valiosísima obra en tres tomos; en el siglo XIX fué entusiasta após– tol de este misterio el P. Buenaventura de Ferrara \T 1884d, a quien se debe la ((Coronilla de la Inmaculada)), y más reciente– mente el P. María Antonio de Lavaur t_i- 1907í, promotor de las peregrinaciones a Lourdes. En la devoción al Inmaculado Cora– zón de María, muy arraigada en la Orden capuchina, se distinguió el beato Diego ele Cádiz. El dogma de la Asunción tuvo asimismo entre los capuchinos valiosos defensores; el obispo de h Habana, Jacinto Martínez y Sáez ele Peñacerrada, con ocasión del Concilio Vaticano, presentó al Papa una exposición pidiendo la definición dogmática; en 1904, la archicofradía primaria de la Divina Pas– tora iniciaba en Sevilla el {(voto asuncionistaJ>, que posteriormente se fué extendiendo con gran éxito por España y América. Esta advocación de la ((Divina Pastorail, la más genuinamente capu– china de todas las devociones marianas, tuvo por apóstol al P. Isi– doro de Sevilla ( i· lí50í y más tarde al beato Diego y al P. Este– ban de Adoáin. En Alemania promovieron los predicadores capu– chinos en el siglo XVII el culto a María Auxiliadora, sobre todo mediante la cofradía conocida bajo el nombre de !lfaria-Hilf, fun– dada en 1684, por el P. Albano de Munich; a los cuatro años contaba 1í0.000 asociados; en el siglo XVIII se extendió por toda Europa. Al Pi Jerónimo de Forlí (t 1630) se debe la costumbre de coronar solemnemente las imágenes de María. Como apóstoles del Santo Rosario se señalaron Juan Bta. de Monza, Honorato de Cannes ( t 1694,), José de Carabantes ( t 1694) y Pablo de Cádiz (t 1694,). Mérito especial corresponde a la Orden capuchina en

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