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34,8 MANUAL DE HISTORIA FRANCISCANA aún la constitución de la Orden, pero se vería la necesidad de in– troducir elementos nuevos y dar de mano a otros inadaptados, como se vió en las ordenaciones del capítulo de 13/J,í. sobre todo en cuanto a la organización de las casas de formación. El secreto estaba en articular. por un lado, la fidelidad al ser tradicional de la Orden, representado por los restos de las antiguas comunida– des, y por otro, los rumbos nuevos encarnados por las genera– ciones jóvenes que no habían conocido lo antiguo. Un obstáculo lo constituían los exclaustrados, hechos a una vida más libre y vueltos ahora al recinto conventual. Modelos de santidad de primer orden señalarían la pauta de la nueva interpretación de la vida capuchina. Tales fueron el amable portero de Altüting I Baviera) San Conrado de Parzham ( i· 189°1,1, el caritativo limosnero de Génova beato Francisco María de Cam– porosso 1 ·r 1866) y los siervos de Dios Anastasio Hartmann de Lucerna ( t 1866), vicario apostólico de Patna, y Esteban de Adoáin (t 1880), principal restaurador de la Orden en España, después de haber ejercido su apostolado durante la exclaustración en Ve– nezuela. Cuba. Guatemala y El Salvador. EL pueblo cristiano no olvidaba, en medio de tantos azares, la imagen del capuchino, tan compenetrada con él; seguía venerán– dolo y acogía casi en todas partes con júbilo su reaparición. Por otra parte, plumas ilustres del movimiento de renovación católi– ca despertado a favor de las mismas ideas liberales tomaban por su cuenta la defensa y el elogio de los capuchinos; así. Luis Veuillot y el P. Lacordaire, en Francia; Gioberti y Manzoni, en Italia; la obra maestra de éste. I promessi sposi, constituye la más acabada apología del capuchino, encarnado en el P. Cristójoro. GENERALATO DEL P. BERNARDO DE ANDERMATT (1884,-1908). En la convocatoria del capítulo general de 1884, había escrito el P. Egidio de Cortona: Unfrersus sane Grelo noster ante Deum lwminesque rei·elandus est. Era al mismo tiempo la confesión de