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CAP. Yl.-DECADE:'iCIA Y RESTACHACIÓ:\' 3-1,7 desde 1825 funcionó en Frascati un noviciado nara irlandeses. Más tarde, en 1850, iniciaba la restauración de la Orden en In– glaterra el P. Luis de Lavagna. con tal éxito, que en 1873 podía constituirse una provincia independiente. Además de la depuración de las provincias europeas, tuvieron otro resultado muy providencial las persecuciones de los gobier– nos liberales: la expansión de la Orden en América. En el perío– do anterior se habían limitado los capuchinos pasados al Nuevo Mundo al apostolado misionero; ahora se iniciaban las fundacio– nes estables. En 1852 fundaban los españoles en Guatemala; en 1865, el P. Esteban de Adoáin establecía otro convento en El Sal– vador; en 1872 eran expulsados por la revolución los componen– tes de estas comunidades que formaban el comisariato de Centro– américa; algunos de ellos. llamados por el presidente García Mo– reno, fundaban en el Ecuador tres años después. De mayor im– portancia fueron las fundaciones llevadas a cabo en la América septentrional. En 1858 se fundaba el primer convento en Estados Unidos por obra de dos sacerdotes suizos que lograron llevar una comunidad de capuchinos compatriotas suyos; así se formó <:n 1860 un comisariato general, elevado en 1882 al rango de pro– vincia, denominada Calvariense, del nombre del primer convento en Mount Calvary. Por otra parte, en 1874,, en previsión de lo que podía temerse del Kulturkampf, la provincia de Baviera fun– daba un convento en Pittsburgh como refugio de emigración; fué el origen de la provincia de Pennsylvania, erigida en 1882. Las supresiones de la época liberal fueron de efectos purifica– tivos más eficaces que las napoleónicas. Para seguir siendo reli– gioso se requería vocación auténticamente sobrenatural y abnega– ción heroica. Los capuchinos que resistieron a la prueba y aco– metieron la restauración de la Orden en las diversas naciones eran hombres de gran espíritu, muy prevenidos contra los abusos y re– lajaciones que provocaron el castigo de Dios; por lo mismo. las nuevas fundaciones. en general. nada tenían que envidiar en punto a austeridad y espíritu religioso a las de los primeros tiempos de la Orden, aventajándolas, en cambio, en flexibilidad y compren– sión ante las exigencias de los nuevos tiempos. No se reformaría
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