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CAP. n.- DECA.DE :\'CIA Y RESTAt:RACIÓ:\" 31.3 general informaba a la Santa Sede en contra de la pretensión de nuevas fundaciones. :\o hemos de imaginar, sin embargo, a la Orden en una gene– ral decadencia; en 1791, Pío VI creía poder aplicar todavía a los capuchinos el elogio de Benedicto XIV. Abundaron en estos dece– nios los religiosos eminentes en santidad, cuatro de los cuales han merecido el honor de los altares y de otros once se halla introdu– cido el proceso de beatificación. En Cerdeña dejó sentir la irradia– ción de su virtud sencilla y el beneficio de sus milagros el limos– nero San Ignacio de Láconi ( t 1781); en Italia se santificó por el mismo tiempo otro humilde limosnero, el beato Félix de Nico– sia ( t 17871; la provincia de Suiza quedó enaltecida con el beato Apolinar de Posat ( i" 1792). mártir de la revolución en París; España tuvo su incomparable apóstol en los años de la invasión enciclopedista en el beato Diego José de Cádiz ( t 18011. TERCERA PRUEBA: EL LIBERALISMO. Después de la caída de Napoleón en 1814, el P. Mariano de Alatri, confirmado por Pío VII vicario general, emprendió la reor– ganización y restauración de la Orden. En España, a petición de Fernando VII, el Papa nombraba en 1818 ministro general, con arreglo a la bula lnter graviores. al P. Francisco de Solchaga, que moría en 1823 sufriendo pena de destierro por su actitud resuelta en defender los derechos de la Iglesia. El nuevo Papa León XII nombró en 1824, para sucederlc al P. Ludovico Micara, su pre– dicador apostólico. que siguió gobernando la Orden aun después de creado cardenal ( 1324,-18301. Al capítulo general, reunido en Madrid en 1930, conforme a la misma bula, sólo asistieron los vocales españoles; salió elegido el P. Juan de Valencia; en Roma fué nombrado vicario general, por votos secretos enviados de las demás provincias, el P. Segismundo de Ferrara U930-1938l. En 1838 Gregorio XVI nombraba ministro general al P. Eugenio de Rumilly ( 1838-184,31 y transformaba el cargo de vicario general de España, como lo aconsejaban las cirnunstancias, en el de ca-

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