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34,0 MANUAL DE HISTORIA FRANCISCANA de 1765 la Comisión de Regulares, que, entre otras exorbitancias, obligó a todas las Ordenes a celebrar capítulos nacionales; el pri– mero de éstos lo tuvieron las provincias capuchinas en 1771; en él hubieron de ser aprobadas unas constituciones nacionales, no obstante la oposición de muchos capitulares dirigidos por el P. Am– brosio de Lombez; no se pudo evitar que Pío VI las aprobara en 1776. La Comisión mostróse, sin embargo, benévola para con 'los capuchinos por el prestigio de que seguían gozando en la na– ción; por la misma causa no hubo ningún otro instituto, después de la Compañía de Jesús, contra el que más se desatara la enemiga de los enciclopedistas con toda clase de calumnias, libelos, sáti– ras y escarnios. Todo este conjunto de circunstancias adversas pro– dujo sus resultados ruinosos; en 1771 los capuchinos franceses eran todavía 4,.280, pero en los tres años anteriores los 250 sacer– dotes fallecidos no habían sido sustituídos más que por 21. Las pro– vincias alemanas y flamencas hubieron de sufrir las intromisiones abusivas dictadas por el josefismo y el febronianismo. En Polo– nia fueron grandes las vejaciones que siguieron a la repartición de 1772 entre Rusia y Austria; más tarde, los capuchinos vieron cerradas sus casas de estudio y prohibida la mendicación. SEGUNDA PRUEBA: LA REVOLUCIÓN FRANCESA. El 13 de febrero de 1790 decretábase en Francia la supresión de todas las Ordenes religiosas; los religiosos exclaustrados tuvie•• ron que optar además entre el juramento de la constitución civil o el destierro y la muerte; los capuchinos, casi en su totalidad, re– chazaron el juramento; más de 30 fueron asesinados, entre ellos el beato Apolinar de Posat, y 88 violentamente deportados. Así se extinguieron aquellas 14, florecientes provincias; por espacio de medio siglo no volvería a restablecerse la vida común. La Revolución francesa, llevada por los ejércitos de Napo– león, vino a coronar en todas las naciones católicas de Europa los últimos desafueros del regalismo y del febronianismo. La Orden entera se halló desconyuntada e impedida en su vida orgánica.

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