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334, MANUAL DE HISTORIA FRANCISCANA des sobrevinieron en la guerra de Sucesión de España 11700-1713); las provincias se vieron con frecuencia envueltas en los vaivenes de la contienda, los superiores experimentaron graves dificultades en el gobierno de la Orden. Después siguió el creciente regalismo de los príncipes. Duran– te el dominio de Amadeo de Saboya en Sicilia íl7H-17181 los ca– puchinos de las tres provincias de la isla fueron expulsados por defender los derechos de la Santa Sede. Entre los generales de este tiempo merecen destacarse Bernar– dino de Arezzo ( 1691-1698) y ;\ligue! Angel de Ragusa íl 712- 1719), los únicos que consiguieron visitar las provincias ultramon– tanas a pesar de las dificultades externas. En el capítulo de 1726 fué elegido el primer ministro general de fuera de Italia. Hart– man de Brixen 11726-17331, de la provincia del Tirol; visitó trein– ta y dos provincias, dejando en todas partes gran fama de santidad. Sucedióle Buenaventura de Ferrara 11733-174,01, predicador del sacro Palacio, cuyo gobierno foé muy beneficioso bajo muchos as– pectos, lo mismo que el de sus inmediatos sucesores José María de Terni ( 174,0-l74,7í. Segismundo de Ferrara ( 174,7-1753) y Sera– fín de Ziegenhals ( 1754,-1761). Los dos Papas de estos años de prosperidad hicieron a la Or– den objeto de especial afecto. Clemente XII ( 1730-1740) volvió a declarar con una constitución apostólica de 14, de mayo de 1735 que los capuchinos son verdaderos hijos de San Francisco; en su última enfermedad no consintió que le asistiesen sino los capu– chinos. Mayor entusiasmo mostró todavía Benedicto XIV 1174,0- 1758); decretó que en adelante los predicadores del sacro P.'.llacio se eligieran exclusiv.'.lmente de la Orden capuchina; en 174,6 cano– nizó a San José de Leonisa y San Fidel de Sigmaringa; después de Urbano VIII no hubo ningún otro pontificado en que fueran tan numerosos los documentos pontificios relativos a los capuchinos (4,04,J; en uno de ellos el Papa hace este singular elogio: ((La Orden capuchina se lo merece todo, por ser el único ejemplar que queda en nuestros tiempos de la perfección evangélica.,, Este tributo de admiración es más significativo si lo coloca– mos en la mitad de aquel siglo :xnJI. cuando !ns ideas iluministas
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