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CAP. IV.-GÉNERO DE VIDA DE LOS PRIMEROS CAPUCHINOS 329 ción y de milagros; San José de Leonisa ( t 1612), que en 1587 formó parte de la primera expedición organizada oficialmente en la Orden con destino a las misiones entre infieles y después pre– dicó incansable en los pueblos y ciudades de Italia; San Loren– zo de Brindis ( t 1619), cuya muerte coincide con la fecha en que alcanza su término la evolución de la Orden; de sus actividades polifacéticas habrá ocasión de hablar; San Fidel de Sigmarin– ga ( t 1622), el protomártir de la naciente Congregación de Pro– paganda Fide, que representa en la Orden capuchina el sacri– ficio heroico en la lucha contra el protestantismo, siendo además la primera flor de santidad de las provincias ultramontanas; el Beato Benito de Urbino i t 16251, religioso de noble estirpe, doc– tor en ambos derechos al tomar el hábito capuchino, misionero en Bohemia y celoso predicador en Italia. En San Serafín quedaba canonizada la clase de los hermanos legos, sin letras y sin ocupaciones brillantes; en San José, la cla– se de los simples sacerdotes de cultura mínima, grandes pabdi– nes a veces de la predicación popular; en San FideL el apostolado misional al servicio de la Santa Sede; en el Beato Benito. la pre– dicación doctrinal, en que el prestigio científico nada restaba a la unción tradicional; y en San Lorenzo recibía el sello divino todo el complejo de la vida capuchina en su más pura expresión ideal y en su más humana realización. Es contemplativo y predicador apasionado; es sabio renacentista, con pasmoso dominio de las lenguas griega y hebrea, escriturista consumado, aguerrido pole– mista contra la herejía; es hábil diplomático y pacificador, que llega a hablar con soltura el español, el francés y el alemán. y sabe llevar con nativa distinción el remendado hábito capuchino por las cortes de Europa; finalmente, es el gobernante prudente y paternal, sin dejar de ser rígido cuando el caso lo requiere; con el mismo celo corrige las tr:rnsgresiones de la Regla que reprime las singularidades de los que miran con ceño la evolución de la Orden. Involuntariamente viene a la mente el paralelo con San Buenaventura; el parecido entre ambos es sorprendente, tanto en el temperamento y en las cualidades mentales como en los ideales respecto de la Orden.
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