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326 :VIA:\CAL DE HISTORIA FHANCISCANA los cuidados de Dama Pobreza. Cuanto más estrechados se veían por los enemigos de fuera tanto más tierno amor se profesaban los capuchinos. Tenían profundo horror a la murmuración y el mismo Bermudino de Asti daba el ejemplo, siendo vicario gene– ral: cuando recibía alguna acusación contra un religioso, luego se ponía de parte del acusado y se esforzaba por defenderle o al menos excusarle. Entre ellos se practicaba de continuo la correc– ción fraterna, de la cual no se exceptuaban ni siquiera los supe– riores cuando se trataba de advertirles de transgresiones de la Regla o de las constituciones; de ello ha y muchos casos en las crónicas mencionadas. Las relaciones entre superiores y súbditos estaban siempre animadas de este mismo espíritu de amor y sen– cillez. Generalmente eran preferidos para guardianes hombres sen– cillos y de pocas letras, con frecuencia hermanos legos, porque se creía que en sus manos estaba más segura la pureza de la Regla; esto contribuía a que se hiciese sentir más el espíritu de familia. Modelo de todos era en esto también Bernardino de Asti, de cuyo sistema de gobierno nos ha dejado una insuperable ex– posición Mario de Mercato Saraceno. Dado el gran número de hermanos legos y de sacerdotes sin formación suficiente para el ministerio que en aquellos años :for– maban las comunidades, había peligro de que hallase acogida la ociosidad con todas sus malas consecuencias, mucho más siendo tan limitados los trabajos precisos en conventos pequeños y de vida tan sencilla. Los superiores no perdonaron esfuerzo por pre– venir este daño. Además de la oración, que era la ocupación prin– cipal, se ejercitaban en la limosna, en el trabajo manual v en santas lecturas; los predicadores en sus ministerios; los simples sacerdotes y aun muchos legos, si bien estaban excluídos de la predicación doctrinal, no dejaban de dirigir a los fieles exhorta– ciones morales según el fervor y la facilidad de cada uno. Característica de los capuchinos es la atracción tan francis– cana hacia la caridad con los enfermos y apestados. El heroísmo desplegado en las epidemias fué tal vez lo que más estima les granjeó entre el atribulado pueblo de entonces. Las constituciones de 1536 ordenaban a los frailes servir a los apestados y cuidar
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