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320 i\IA:\TAL DE HISTOHIA FRAl\CISCA"iA gel de Alarcón al frente de un gruJJO de religiosos. en su mayoría españoles. y pudo establecerse la primera comunidad a principios de 15';"3. Pronto acudieron novicios de todas ¡nrtcs; no tardó en producirse gran eícrvescencia entre los observantes, gran parte de los cuales tomaron el hábito capuchino. Esto hizo que los superio– res de la Observancia hicieran valer toda su enorme influencia en la corte, logrando que Felipe II prohibiera a los capuchinos hacer nuevas fundaciones. prohibición <1ue no tuvo efecto, por fortuna; en 1S32 tenía ya su primer capítulo la nueva prbvincia de Ca– taluíia. La Orden fué corriéndose rápidamente hacia el Rosellón. donde para 1S90 había fundados seis conventos, luego hacia Valencia, hallando un decidido protector en el patriarca Juan de Rivera, y finalmente en Aragón y Navarra. Pero Castilla seguía cerrada a los capuchinos. De nada había servido un breve expedido en 1S77, a instancias de la marquesa de Santa Cruz, autorizándoles para fundar en El Viso (Ciudad Real). No había necesidad-alegaban los que mantenían la tenaz oposición en J\hdrid-de admitir la reforma capuchina donde existían tantas Ordenes religiosas, tanto más qne los descalzos satisfacían las ansias de ohservancia de los franciscanos fervorosos. En 1609 púdose por fin acabar con la resistencia. En ese aíio el general de la Orden, Jerónimo de Castelferretti, era recibido en el palacio real con toda clase de atenciones y honrado con el título de Grande de Espaíia de pri– mera clase; tras él llegaba en misión diplomática. aquel mismo año. San Lorenzo de Brindis, granjeándose la veneración de la corte, El result:1do fué la autorización de Felipe III para fundar en Madrid. Luego se multiplicaron las fundaciones en otros pun– tos de Castilla y en Andalucía. El tercer movimiento de expansión se realizó hacia los países de Europa central. donde los príncipes católicos no en solicitar más y más fundaciones de capuchinos. considerándolos como insustituíbles adalides de la restauración católica frente al protestantismo. En 151.ll llegaban a Suiza requeridos por San Car– los Borromeo para la b!Jor misional; en 159.3, al Tirol; en lGUO, a Baviera. Todas estas I undaciones provenían de Italia; en cmn-

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