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314, JvL\.XCAL DE HISTORIA FRANCISCA:\'A ya en su seno al tipo ideal del capuchino. r1ue hastaría por sí solu para cerrar la llaga abierta por el infeliz general: San Félix Je Cantalice, el héroe de la segunda generación capuchina. NUEVA REVISIÓN DE LAS CO:\'STITCCIO:\ES. En el capítulo de 154,6 fué elegido de nuevo vicario general fray Bernardino de Astí y reelegido en el de 154,9. Ahora com– pletó la obra comenzada en su primer gobierno; supo hermanar a maravilla el entusiasmo por la más pura observancia con los dictados del sentido común, el idealismo con el juicio práctico. Las dos bases sobre que quiso afianzar la reforma capuchina fue– ron la oración y la pobreza. Si se tratara de señalar alguien que se hubiera hecho acreedor al título de padre y educador de la misma, no se hallaría otro con mejor derecho que él. Un escritor moderno ha dicho gráficamente: ((Los capuchinos han recibido: de Mateo de Bascio, el hábito; de Ludovico de Fos~ombrone. la barba, y de Bernardino de Astí, el alma y el espíritu.)i Su sucesor, Eusebio de Ancona ( 1552-1558), siguió fielmente la misma trayectoria de gobierno. Aún no habían terminado las dificultades externas, sobre todo por parte de los observantes. En 1551 Julio III renovaba el breve de Paulo III prohibiendo el paso de observantes a la reforma ca– puchina. La afluencia de éstos cesó, en efecto, y ello contribuyó a que poco a poco las dos ramas se fuesen distanciando más y más. Los capuchinos de la generación de Bernardino de Asti man– tenían cierto espíritu de cuerpo con los observantes y no perdie– ron la conciencia de que su intento había sido reformar la Obser– vancia; en cambio la generación siguiente. formada por capuchi– nos que no habían sido observantes, tendió a considerar la Orden como una rama distinta del árbol franciscano. Otro peligro provino del empeño de Paulo IV por unir a con– ventuales y capuchinos, plan que no tuvo efecto gracias a la acti– tud del general Eusebio de Ancona. El capítulo general de 1552 acordó hacer una nueva redacción