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CAP. II.-LUCHAS EXTER:\TAS Y CllISIS I:"iTER:'iAS 311 capuchina, no tuvo nunca vocación ni dotes para ser su jefe ni maestro. Más que la renovación de la Orden buscaba el libre curso de su personalidad espiritual. La tormenta levantada por Ludovico tuyo serias repercusiones en el generalato de Bernardino de Astí. El nuevo general de la Observancia, Vicente Lunel, estaba identificado totalmente con las ideas de Quiñones; todos sus esfuerzos se dirigieron a atraer a los capuchinos bajo su obediencia mediante una conciliación; logró se constituyera una nueva comisión de cardenales; hizo intervenir a Carlos V para que se prohibiera a los capuchinos pasar a Es– paña, si bien, informado por Vittoria Colonna, el emperador abogó después por ellos ante el Papa. La defensora acérrima de los capuchinos en estos años fué la marquesa de Pescara, Vittoria Colonna, dama de relevante per– sonalidad en la Italia del Renacimiento. Ella vino a ocupar el puesto de la primera gran protectora, Catalina Cibo, caída en des– gracia a la muerte de su tío Clemente VII. Los perseguidos capu– chinos necesitaban más que nunca de valiosos padrinos; sus ad– versarios les acusaban de luteranismo, porque predicaban la liber– tad de espíritu, de someterse a los obispos locales desconociendo el privilegio de la exención, de rebeldía frente a la Santa Sede, por no acatar los breves pontificios publicados contra ellos, etc. Todavía en 1537 apareció un breve que les prohibía nuevamente recibir observantes y otro que les vedaba establecerse al otro lado de los Alpes. APOSTASÍA DE BERNARDINO OCHIN0. Enfermo de gravedad Bernarclino de Astí, hizo convocar el capítulo para Pentecostés ele 1538. En él fué elegido vicario gene– ral fray Bernardino Ochino de Sena. Este insigne personaje, desde su paso a la reforma capuchina, habíase atraído la admiración unánime de todos los religiosos y de los devotos de la Orden, especialmente de Vittoria Colonna y de su círculo de humanistas, por su amor a la ob:c:ervancia de la Regla, por su austeridad, su

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