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CAP. IV.-ACTIVIDAD APOSTÓLICA 279 lVlrSIONES ENTRE INFIELES. Excluídos los conventuales de la participación en la evange– lización del Nuevo Mundo por especiales provisio~es reales, re– petidas desde los primeros años del descubrimiento, y snstituídos por los observantes en las misiones del Levante, poco foé lo que pudieron hacer por la propagación del Evangelio entre los aca– tólicos. Su historia misionera, aunque gloriosa, se enmarca en los territorios europeos donde, bajo la dirección de la Propagan– da, se operaba la restauración católica o se defendían las posi– ciones católicas frente al cisma ruso y la opresión turca. Desde la creación de la Congregación de Propaganda Fide en– traron en un período de notable vitalidad las misiones de los conventuales. Un informe oficial de 1657 ofrecía el siguiente mapa misionero de la Orden: la prefectura de Lituania y Rusia con once conventos, nueve de ellos de fundación antigua; la prefectura de Transilvania, Moldavia y Valaquia, con dos conventos y media docena de hospicios; la prefectura de Hungría con tres conventos. restos de los 65 que había tenido antiguamente aquella floreciente provincia religiosa; misiones menos organizadas en Bohemia, Si– lesia y Moravia. con gran número de conventos y con un colegio de misioneros fundado por Fernando II en 1624, en Praga; asi– mismo las provincias ele Estrasburgo y Lieja desarrollaban inten– sa actividad misional entre los protestantes, con la ayuda de ele– mentos italianos; en Austria se hallaba organizada una prefectura apostólica, servida asimismo por religiosos de la provincia y por italianos; en Inglaterra trabajó con gran celo hasta 1651, el esco– cés Guillermo Thompson \ t 165,1,J, que había profesado en el con– vento ele los Doce Apóstoles de Roma en 1606; prosiguió su bbor Luclovico de Lieja, discípulo suyo. Un intento ele fundar misión en el Japón realizó en 164,0 Francisco Antonio de S. Felice ( t 1653). misionero andariego y emprendedor, consagrado en 1637 arzobis– po de Mira y nombrado por la Congregación administrador apos– tólico de la atribulada cristiandad japonesa; tuvo que contentarse

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