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266 MANUAL DE HISTORIA FRANCISCANA Pío IV, tal vez para evitar la indisciplina que se originaba ele las iniciativas privadas, quiso llevar a cabo la reforma ele arriba ahajo. De esta voluntad del Papa hízose eco en 1565 el capítulo general, promulgando importantes decretos ele reforma que recibieron la aprobación pontificia y por ello se llamaron constituciones pianas. Como podía temerse, la reforma no tuvo efecto, por lo cual San Pío V concibió el plan ele imponer la unión con los observantes, haciendo desaparecer el conventualismo, como lo había realizado con los dominicos. Había ya ganado para este plan al maestro general Tancreclo ele Colle, quien en el capítulo ele 1568 apoyó decididamente la unión. Pero se interpuso el pres– tigio del Doctor Navarro, Martín ele Azpilcueta, poniendo en juego su amistad con el Papa para hacer triunfar el partido ele la opo– sición. El capítulo se limitó a dar nuevos decretos ele reforma y a inculcar la vida común, prohibiendo el peculio. Estos esfuerzos ele los capítulos y ele los excelentes maestros generales que en aquellos años ele la restauración católica gober– naron la Orden, combinados con los impulsos reformatorios ele ahajo arriba, condujeron a un grado ejemplar ele disciplina y de observancia. Fué no pequeña suerte para la Orden el haber con– tado entonces entre sus filas al inteligente y enérgico Félix Pe– retti de Montalto, que en 1585 subió al solio pontificio con el nombre de Sixto V. Este gran pontífice, que ya había gobernado la Orden como vicario general de 1566 a 1568, favoreció por todos los medios a los conventuales y se propuso acoplar sabia– mente las reformas que brotaban aquí y allá en bien de la comu– nidad. A este fin prestó decidida protección a los conventuales reformados que habían comenzado a extenderse en Italia el mismo año en que quedaban suprimidos en España (1562). Disuelta, en efecto, por Pío IV una extraña reforma de dominicos y francis– canos fundada por Jerónimo Lanza, algunos de los secuaces de éste volvieron a los conventuales, bajo cuya obediencia iniciaron una nueva reforma que desde Nápoles se extendió rápidamente por toda Italia. Los reformados observaban la Regla conforme a las decretales Exiit y Exivi y vestían un hábito muy parecido al de los capuchinos.

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