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CAP. X.-LOS ESTUDIOS, LAS CIENCIAS Y LAS ARTES 253 <le formación al desmembrarse las ciencias eclesiásticas y desarro– llarse las naturales y positivas. sin suficiente número de profesores e~pecializados. J untáhase lo deficiente de la :formación filosófica con un solo lector y éste siempre primerizo. No en todas partes se manluYo. con todn. ese desprecio de la formaciún accesoria en las ciencias y en las disciplinas hurna– HÍsticas; pur el contrario. hubo provincias, como las de Béigica y Alemania. que abrieron escuelas púl1licas y dirigieron colegios externos, sohre todo a raíz de la supresión de la Curn¡iaííía ck Jesús. En 1,G:3 aparecían los estatutos de los estudios. ohm del P. Pas– cual de V arcsc. y en cllus se recomenda ha e¡ uc en los cursos de íiiosofía .~e c;::ludiarnn tollas las cuestiones filosóficas modernas y en los de leología se corneJJznra. a modo de propedóutica. por enseiínr a manejar !ns fuentes de b re\claciCm. del magisterio eclesiástico y de fa trndiciún. antes de entrar en la teología espe– cial, que dehía darse ,:iguiendo un manual claro y metódico. En este intento de reforma de los estudios. lo mismo que en las ins– trucciones da(las en 1,9:2 por el ministro ;,;:cneral Joaquín Com• paííy, inculcúhasc grandemente la teulogía positiva. Superados los acia;,ros días de la Revolución francesa y de la saiía liberal, vino el resurgimiento de los estudios con una nueva organización. mús eficiente y actualizada, bajo el genera– lato del P. Bernardino de Portogruaro. Comenzóse por proveer a la escasez de vocaciones y a la deficiente formación de los can• didatos mediante la institución de los colegios serájicos. ideada en 1:J69 por el P. Andrés Bindi de Quarata y alentada con entu– siasmo por el clarividente general. Este sistema de aspirantados, en que reciben adecuada educación moral e intelectual los niííos que ofrecen seííales de vocación religiosa, es una necesidad de los tiempos modernos, a la que no ha podido sustraerse ninguna de las Ordenes de vida mixta. Al mismo tiempo se ampliaban los programas de estudios superiores, con una nueva concepción del personal docente y de su misión educadora y científica. Para que los colegios de cada provincia contaran con profesores compe– tentes, el mismo P. Bernardino de Portogruaro fundó en Roma el

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