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CAP. IX.-MISIONES ENTRE INFIELES 24,3 m1s10neros pudieron seguir ocultos, alentando la constancia he– roica de los fieles y de los sacerdotes indígenas. BAJO EL PATRONATO PORTUGUÉS. Vimos ya los primeros intentos de evangelización de Guinea llevados a cabo en el siglo XV desde Canarias. Aún no había pren· dido el afán misionero en las provincias portuguesas; prendería, y muy pujante, al calor del entusiasmo levantado por la llegada de Vasco de Gama a la India. Para entonces los franciscanos habían acudido al Congo eu ayuda del clero secular y regular que trabajaba en aquel reino oficialmente cristiano; pero ni allí ni en ninguna otra región de la costa africana lograron fundar misiones estables, no obstante los conatos diversas veces repetidos. Cierta permanencia tuvo la misión de Cabo Verde, donde fundaron un convento en 1656 y desde donde extendieron su acción por el continente hasta Sierra Leona. Todavía fuéron menores los resultados obtenidos en la costa oriental de Africa. Nada sabemos de la labor de los ocho misio– neros arribados a Mozambique el año 1500 ni de los cuatro que al año siguiente llegaron a Melinde. Una misión de cinco reco– letos franceses enviada a Madagascar en 1660 no pudo llegar a su destino por haber caído en manos de los piratas. Lo mismo que para los mercaderes portugueses, las costas africanas no ofrecían interés alguno para los misioneros en com– paración del campo que se abría en Oriente. Y aquí los francis– canos portugueses iniciaron en 1500 su magnífico historial apos– tólico. Ellos formaron la primera expedición propiamente misio– nera llevada por Cabral en ese año, al frente de la cual iba fray Enrique de Coimbra. Las dos primeras residencias se abrieron en Calieut y Cochín. Nuevas expediciones llegaron en 1505 y 1506. Cinco de los misioneros acometieron la arriesgada empresa de evangelizar la isla de Socotora, en el golfo de Aden; transforma– ron en templo de la Santísima Virgen una mezquita y redujeron a la fe cristiana buena parte de la población indígena; pero la

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